Los más conocidos son el trauma acústico, que se produce con ruidos impulsivos, de gran intensidad y corta duración (explosión) que pueden superar 140 dB(A), y pueden ocasionar una pérdida auditiva permanente en todas las frecuencias, y la elevación temporal o permanente del umbral auditivo, que puede producirse con ruidos impulsivos de intensidad elevada y también con la exposición prolongada a ruidos de ruidos de intensidad moderada o alta (más de 80 dB(A))